Este desastre ocurre en uno de los espacios aéreos más congestionados y vigilados del país.
Las autoridades han confirmado que no hay esperanza de encontrar sobrevivientes tras la colisión en pleno vuelo entre un avión de American Airlines y un helicóptero militar sobre Washington DC. Hasta el momento, se han recuperado 27 cuerpos del avión comercial y uno del helicóptero.
El accidente ocurrió cuando el vuelo 5342 de American Airlines se aproximaba al Aeropuerto Nacional Ronald Reagan. Con 60 pasajeros y cuatro tripulantes a bordo, la aeronave descendía sobre el río Potomac cuando chocó con un helicóptero Black Hawk del Ejército, que transportaba a tres soldados en una misión de entrenamiento.
La alcaldesa de Washington DC, Muriel Bowser, confirmó que los equipos de rescate han pasado de una fase de búsqueda a una de recuperación, con más de 300 socorristas desplegados en la zona del accidente. Sin embargo, las aguas turbulentas y gélidas del Potomac han dificultado las labores de rescate. “Las condiciones son extremadamente peligrosas para nuestros equipos”, explicó el jefe del Departamento de Bomberos de DC, John A. Donnelly.
El impacto del accidente ha sido especialmente devastador para la comunidad del patinaje artístico en Estados Unidos, ya que varios atletas que regresaban del Campeonato Nacional de Patinaje en Kansas estaban a bordo del avión. Autoridades rusas han confirmado que dos campeones mundiales de ese país también estaban entre los pasajeros.
Datos del transpondedor del avión indican que la aeronave volaba a unas 140 mph y a 400 pies de altitud cuando perdió repentinamente altura. Poco antes, los controladores de tráfico aéreo habían solicitado a los pilotos cambiar a una pista más corta, lo que fue aprobado. Segundos antes de la colisión, un controlador preguntó al helicóptero si tenía visual del avión entrante, pero la respuesta no llegó a tiempo.
El presidente Donald Trump reaccionó al accidente calificándolo de “una situación terrible que debería haberse evitado”. En una rueda de prensa, declaró que “el país está de luto”, pero aprovechó para criticar la administración anterior, sugiriendo que la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés), había rebajado sus estándares de contratación por políticas de diversidad. También anunció el nombramiento de Chris Rocheleau como director interino de la agencia, un puesto que sigue vacante desde su regreso a la Casa Blanca.
Este desastre ocurre en uno de los espacios aéreos más congestionados y vigilados del país. Washington DC no solo maneja vuelos comerciales y militares, sino también operaciones presidenciales y de seguridad nacional. Según expertos, mientras que las aerolíneas siguen rutas fijas, los pilotos militares tienen mayor libertad de maniobra, pero deben seguir estrictos protocolos de “ver y evitar” otras aeronaves.
El accidente será una prueba clave para los nuevos líderes del Departamento de Defensa y el Departamento de Transporte, quienes han asegurado que se iniciará una investigación exhaustiva para esclarecer lo ocurrido. Mientras tanto, Reagan National reabrirá sus operaciones a las 11 a.m. del jueves, según la FAA.
En Washington, la tragedia revive el recuerdo del accidente del vuelo 90 de Air Florida en 1982, cuando un Boeing 737 se estrelló contra un puente sobre el Potomac tras despegar del mismo aeropuerto, dejando 74 muertos y solo cinco sobrevivientes. Ahora, la capital enfrenta nuevamente una catástrofe aérea cuyas causas aún deben determinarse.