Era necesario poner fin a una parálisis que ya golpeaba con fuerza a millones de estadounidenses.
Ocho senadores demócratas, incluidos dos independientes aliados, dieron un paso inesperado al respaldar un acuerdo bipartidista para reabrir el gobierno federal. La decisión provocó críticas inmediatas dentro del propio partido. Para voces como Bernie Sanders, se trató de un error grave que debilitaba la estrategia negociadora. Para quienes se atrevieron a cruzar la línea, la prioridad ya no era resistir, sino frenar el daño tangible que la parálisis estaba generando en todo el país.
Durante semanas, el cierre había frenado ayudas alimentarias, afectado el transporte aéreo y provocado despidos masivos que impactaban directamente a hogares en estados clave. Ante ese escenario, la rebelión demócrata no surgió de la impaciencia, sino de la convicción de que la presión había dejado de ser útil.
Jeanne Shaheen, quien pronto se retirará del Senado, fue central en las negociaciones. No consiguió la extensión inmediata de los créditos fiscales de la Ley de Cuidado de Salud Asequible, pero sí un compromiso para someterlos a votación en diciembre. Shaheen presentó la reapertura del gobierno como el único camino posible para proteger a quienes dependen de estos subsidios.
Dick Durbin, segundo en la jerarquía demócrata, también se apartó del liderazgo y reconoció que el paquete no era perfecto. Aun así, defendió que avanzaba en proteger a los más vulnerables. Según explicó, la propuesta garantiza fondos para SNAP durante el próximo año y revierte despidos masivos impulsados por la administración Trump. Para Durbin, prolongar el cierre solo habría agravado el daño.
Tim Kaine, exgobernador de Virginia, evaluó línea por línea el acuerdo antes de sumarse. Su decisión se sostuvo en la promesa de impedir nuevas reducciones de personal federal, medida que golpeaba con especial fuerza a su estado. Kaine caracterizó el acuerdo como una pausa necesaria frente a decisiones improvisadas que habían sembrado ansiedad entre trabajadores públicos.
Maggie Hassan, también exgobernadora, decidió apoyar la reapertura impulsada por la urgencia de restaurar programas alimentarios esenciales. Aseguró haber escuchado testimonios desgarradores de familias que no podían costear sus compras.
Angus King, independiente alineado con los demócratas, recordó su oposición al uso de cierres como instrumento político. Tras semanas de diálogo, concluyó que continuar con la parálisis no acercaba a nadie a un mejor acuerdo sobre los subsidios de salud.
Las senadoras de Nevada, Jacky Rosen y Catherine Cortez Masto, reiteraron el impacto devastador para un estado dependiente del turismo. Señalaron que el derrumbe de la actividad aérea y la suspensión de ayudas alimentarias dispararon las filas en los bancos de comida hasta niveles cercanos a los de la pandemia.
John Fetterman, recién llegado al Senado, lamentó la situación y ofreció disculpas públicas a militares, empleados públicos y familias que llevaban semanas sin salario. Calificó la crisis como un fracaso que nunca debió ocurrir.
Mientras tanto, el presidente republicano de la Cámara, Mike Johnson, celebró la decisión y la describió como una muestra de principios por encima de la política partidista. Para los ocho demócratas, la conclusión fue más sencilla. El costo humano del cierre había superado cualquier ventaja táctica.







