Más de la mitad de los adultos en EE.UU. se informan allí con regularidad.
El asesinato de Charlie Kirk, fundador de Turning Point USA, no solo estremeció a la política estadounidense: también expuso cómo las redes sociales fragmentan la comprensión colectiva de un hecho. En cuestión de horas, la violencia ocurrida en un campus de Utah se convirtió en una batalla digital, con interpretaciones polarizadas que van desde conspiraciones de izquierda hasta acusaciones contra la derecha.
El contraste fue evidente en dos voces opuestas. El vicepresidente JD Vance acusó a un “movimiento de extremismo progresista” de estar detrás del crimen, mientras que Jimmy Kimmel, en su programa nocturno, sugirió que la “pandilla MAGA” trataba de desviar la atención sobre el asesino. La suspensión indefinida de Kimmel desató un debate sobre la libertad de expresión, pero también evidenció algo más profundo: la incapacidad de la sociedad estadounidense de compartir una narrativa común.
Las redes sociales amplificaron esa fractura. Más de la mitad de los adultos en EE.UU. se informan allí con regularidad, y fue precisamente en esas plataformas donde la muerte de Kirk circuló en cuestión de minutos. Estudiantes que grababan el acto en Utah Valley University difundieron las imágenes del disparo que le quitó la vida al activista. Los videos se multiplicaron sin contexto, convertidos en mercancía para “likes” y monetización, en un ecosistema donde lo extremo se premia.
Los académicos coinciden en que esa lógica de inmediatez genera más preguntas que respuestas. La viralidad inicial ofrece un relato fragmentado: un francotirador en el techo, un disparo a las 12:23, la víctima cayendo. Pero el “por qué” se diluye entre interpretaciones que responden más a identidades políticas que a hechos comprobados. Así, algunos influenciadores señalaron a la ultraderecha Groypers; otros acusaron a la izquierda de militarización, y no faltó quien lo relacionara con la cultura de los videojuegos.
La investigación oficial, sin embargo, pinta otro cuadro. Tyler Robinson, de 22 años, actuó solo. Según documentos judiciales, decidió asesinar a Kirk apenas una semana antes y dejó mensajes crípticos en los casquillos de bala, más cercanos a memes de internet que a ideología política organizada. Incluso admitió en un texto que esperaba ver uno de esos mensajes en Fox News para “morirse de la risa”.
Lejos de confirmar las narrativas de Vance o Kimmel, los registros judiciales muestran a un joven que había comenzado a simpatizar con causas progresistas, especialmente de la comunidad trans, blanco frecuente de las críticas de Kirk.
En última instancia, la tragedia revela múltiples capas de una misma herida: no solo la fragilidad de nuestras instituciones frente a la violencia política, sino también la forma en que las redes sociales moldean, y a menudo distorsionan, nuestra comprensión de la realidad. Como advirtió un experto en desinformación, la tecnología no inventa el sesgo, pero sí lo magnifica: “La gente ya no busca la verdad; busca confirmar lo que quiere creer”.