En otros incendios recientes, la restauración de un sistema de agua seguro tomó meses o incluso años.
Los incendios forestales en Los Ángeles no solo han devastado miles de estructuras, sino que han desencadenado una crisis menos visible pero igual de alarmante: la contaminación del agua potable. Tuberías derretidas, cenizas y la pérdida drástica de presión en el sistema de distribución han puesto en riesgo el suministro de agua en varias zonas de la ciudad. Como medida de precaución, múltiples distritos de agua han emitido órdenes de “No Beber”, alertando a los residentes sobre los peligros de consumir el agua del grifo.
Tras los incendios, el Departamento de Agua y Energía de Los Ángeles (LADWP) inicialmente emitió un avisode “Hervir el agua” el 8 de enero, permitiendo su consumo después de hervirla. Sin embargo, solo dos días después, elevó la advertencia a “No Beber”, advirtiendo que hervir el agua no elimina los contaminantes químicos que podrían haberse filtrado en el sistema.
Según Daniel McCurry, experto en ingeniería ambiental de la Universidad del Sur de California, los incendios pueden liberar compuestos orgánicos volátiles como el benceno, un químico cancerígeno. Las tuberías y componentes plásticos de los sistemas de agua, al fundirse por las altas temperaturas, pueden liberar estos tóxicos directamente al suministro de agua. En el pasado, incendios como el de Tubbs en Santa Rosa (2017) y el de Lahaina en Hawái (2023) provocaron una grave contaminación del agua potable.
El problema no es solo el daño físico en la infraestructura. La enorme cantidad de agua utilizada por los bomberos—hasta 1,500 galones por minuto—reduce drásticamente la presión en las tuberías, lo que puede permitir la infiltración de contaminantes. “Cuando el sistema pierde presión, contaminantes como cenizas, escombros y hasta aguas residuales pueden ingresar a la red de distribución”, explica Andrew Whelton, especialista en ingeniería ambiental en la Universidad de Purdue.
Durante los incendios de Eaton y Palisades, grandes volúmenes de agua escaparon de tuberías rotas, lo que pudo haber arrastrado sustancias peligrosas al sistema. El reto ahora es determinar qué tan severo es el daño y si la red puede ser limpiada o necesita una reconstrucción completa.
Las pruebas en las áreas afectadas aún no han confirmado la presencia de contaminantes, pero expertos advierten que es solo cuestión de tiempo. En otros incendios recientes, la restauración de un sistema de agua seguro tomó meses o incluso años, dependiendo del nivel de daño.
Los residentes de Altadena y áreas cercanas, servidas por compañías de agua más pequeñas como Lincoln Avenue Water Company y Kinneloa Irrigation District, podrían enfrentar una recuperación más lenta debido a la falta de personal y recursos. En Santa Cruz, por ejemplo, el servicio de agua tardó meses en estabilizarse tras los incendios de 2020.
Las autoridades locales han instado a la población a mantenerse informada, ya que las alertas pueden ser confusas o no llegar a todos los residentes. Se recomienda seguir los avisos oficiales y compartir la información con vecinos, especialmente aquellos que no hablen inglés como primera lengua.
Aunque el agua potable puede ser restaurada con el tiempo, la experiencia demuestra que las comunidades que trabajan juntas logran una recuperación más rápida y efectiva. Mientras tanto, la recomendación es clara: hasta nuevo aviso, el agua del grifo en las zonas afectadas no es segura para el consumo.