Estados Unidos busca liberarse del control chino sobre los minerales raros

En otro tiempo Estados Unidos fue líder del sector tecnológico, perdió terreno debido a regulaciones ambientales.

La carrera comercial entre Washington y Pekín ha entrado en una fase estratégica, con un recurso poco visible pero esencial en el centro del debate: los minerales raros. Estos 17 elementos son la base de la economía digital moderna y de la seguridad nacional. Desde autos eléctricos y teléfonos inteligentes hasta misiles y aviones de combate, casi toda la tecnología avanzada depende de ellos.

China controla hoy cerca del 70 % de la producción mundial y procesa alrededor del 90 % de estos minerales. Su dominio no es casual: durante años, el Partido Comunista Chino invirtió miles de millones en subsidios y minimizó el impacto ambiental de la minería. En cambio, Estados Unidos, que en otro tiempo fue líder del sector, perdió terreno debido a regulaciones ambientales cada vez más exigentes y a la competencia de los bajos precios chinos.

Esa dependencia se transformó en vulnerabilidad. Tras el anuncio del presidente Donald Trump de imponer un arancel adicional del 100 % a los productos chinos, Pekín respondió retrasando las licencias de exportación de estos materiales, lo que obligó a varios fabricantes estadounidenses a detener temporalmente sus líneas de producción de vehículos eléctricos. Fue una muestra clara del poder que China ejerce sobre la cadena global de suministro.

En respuesta, la administración Trump impulsó un plan para reconstruir la independencia minera del país. En julio, MP Materials, la principal empresa estadounidense del sector, firmó una alianza con el Departamento de Guerra que incluye una inversión pública de 400 millones de dólares y un compromiso de compra a diez años de los imanes producidos en su nueva planta “10x”. El acuerdo busca proteger a la empresa de la volatilidad del mercado y asegurar al gobierno una fuente confiable de materiales estratégicos. Apple y General Motors ya se sumaron como socios industriales.

Sin embargo, Pekín volvió a mover ficha. A partir del 1 de diciembre exigirá autorización para exportar cualquier producto que contenga más del 0.1 % de materiales raros de origen chino, incluso si fue fabricado fuera del país. Analistas como Dean Ball, del Foundation for American Innovation, advierten que la medida “otorga a China el poder de vetar la participación de cualquier nación en la economía moderna”.

La decisión de Pekín parece diseñada para darle a Xi Jinping una carta de negociación antes de su próxima reunión con Trump en la cumbre del APEC en Corea del Sur. Sin embargo, la jugada podría tener el efecto contrario. El anuncio de las nuevas restricciones provocó un efecto inmediato: indignación en Washington, nerviosismo en los mercados y una renovada presión política para reducir la dependencia de China. Jamie Dimon, director ejecutivo de JPMorgan, lo resumió así: Estados Unidos “se volvió peligrosamente dependiente de fuentes poco confiables de minerales y manufactura”. En respuesta, el banco anunció un fondo de 10, 000 millones de dólares destinado a fortalecer empresas nacionales que operan en sectores estratégicos como la minería de minerales raros y la producción tecnológica.

Si el país logra simplificar sus normas ambientales y aprovechar sus reservas internas, Estados Unidos podría reducir drásticamente su dependencia de China y recuperar el control de un recurso que definirá la próxima década industrial.