Con casi la mitad del valor del mercado bursátil mundial, Estados Unidos sigue siendo el destino favorito de los inversionistas internacionales. A diferencia de China, que representa el 13% del mercado global y cuenta con una participación extranjera de apenas 3.4%, las acciones estadounidenses concentran el 49% del valor total y un 17% de ese capital proviene del exterior. ¿La razón? Un marco legal robusto y una tradición de gobernanza corporativa que ofrece garantías difíciles de encontrar en otras economías.
Bajo la llamada America First Investment Policy, la administración Trump sostiene que atraer inversión extranjera es clave para fortalecer el liderazgo económico de Estados Unidos. En este contexto, los expertos Sanjai Bhagat (Universidad de Colorado) y Siri Terjesen (Universidad Atlántica de Florida) argumentan que la clave del éxito no está solo en el tamaño del mercado, sino en sus fundamentos institucionales.
La solidez del sistema legal estadounidense —respeto a la propiedad privada, cumplimiento de contratos y tribunales independientes— ha sido la piedra angular para el desarrollo del sector corporativo. Este entorno no solo protege a los inversionistas locales, sino que da confianza a los extranjeros: sus activos no serán expropiados ni manipulados por intereses políticos.
Sin embargo, la existencia de reglas no basta. Son los mecanismos internos de control los que limitan los abusos por parte de los ejecutivos y alinean sus decisiones con los intereses de los accionistas. Las cortes estadounidenses han reafirmado que la misión de las corporaciones debe centrarse en maximizar el valor a largo plazo para los accionistas. Aunque algunos directivos han intentado desviar ese enfoque hacia prioridades sociales o ambientales, el mercado y los tribunales han frenado esas iniciativas cuando afectan la rentabilidad.
Además, las juntas directivas, el mercado de control corporativo (a través de adquisiciones hostiles o luchas por representación accionaria) y los esquemas de compensación atados al desempeño financiero también juegan un rol decisivo.
Pero no todo está resuelto. Casos recientes como la quiebra de Silicon Valley Bank han demostrado los riesgos de compensaciones mal diseñadas. Según estudios citados por Bhagat y Terjesen, exigir que las acciones y opciones de los directores generales estén restringidas durante al menos seis meses después de dejar el cargo reduciría los incentivos a tomar riesgos excesivos.
Si bien Estados Unidos ya lidera los mercados financieros globales, una revisión seria a estos mecanismos podría reforzar su posición y atraer aún más capital internacional. Porque en Wall Street, la confianza es el activo más valioso.