El “Golden Dome” no es un arma ofensiva. Es una red de satélites de detección temprana y sistemas de intercepción capaces de neutralizar misiles balísticos, hipersónicos y de crucero.
La presentación del sistema “Golden Dome” por parte de la administración Trump ha reactivado tensiones geopolíticas en una escala interplanetaria. Se trata de una arquitectura de defensa antimisiles con componentes espaciales que, aunque diseñada como escudo, ha provocado una respuesta inmediata de Beijín y Moscú. En un gesto simbólicamente calculado, ambos gobiernos emitieron un comunicado conjunto condenatorio durante el desfile militar que conmemoró el fin de la Segunda Guerra Mundial, recordando más a la Guerra Fría que a un llamado a la paz.
China acusa a EE.UU. de querer convertir el espacio exterior en un nuevo campo de batalla. Afirma que el sistema “desestabiliza el orden global” y viola normas internacionales. Pero detrás de esa retórica, lo que realmente molesta a Beijín es que Washington esté tomando medidas concretas para protegerse de amenazas que, en muchos casos, ellos mismos están desarrollando.
El “Golden Dome” no es un arma ofensiva. Es una red de satélites de detección temprana y sistemas de intercepción capaces de neutralizar misiles balísticos, hipersónicos y de crucero. Todo dentro del marco del Tratado del Espacio Exterior de 1967, que prohíbe armas de destrucción masiva en órbita, pero no impide el desarrollo de defensas convencionales.
Lo paradójico es que este tipo de escudo se vuelve necesario precisamente por el acelerado avance militar de China en el espacio. Entre 2018 y 2024, Beijing triplicó su número de satélites de inteligencia y comenzó a revivir el sistema de bombardeo orbital fraccional (FOBS, por sus siglas en inglés), una tecnología de la Guerra Fría capaz de lanzar misiles desde el espacio sin previo aviso, desde cualquier ángulo y sin límite de alcance. Según estimaciones del Pentágono, China podría tener 60 de estos sistemas operativos para 2035.
Documentos militares traducidos por el Instituto de Estudios Aeroespaciales de la Fuerza Aérea de EE.UU. revelan que estos sistemas podrían emplearse contra cualquier territorio estadounidense. Un informe reciente del Departamento de Defensa advierte que el liderazgo chino está cada vez más dispuesto a usar la coerción militar como herramienta diplomática.
Mientras tanto, la red de defensa estadounidense aún necesita actualizarse para enfrentar misiles hipersónicos capaces de alcanzar cualquier punto del planeta en menos de 30 minutos. El “Golden Dome” busca precisamente eso: cerrar esa brecha.
Y mientras China se presenta como defensora de la paz espacial, evita condenar a Rusia por el desarrollo de armas nucleares antisatélite, una violación directa del tratado vigente. Incluso ha profundizado su alianza con Moscú al acordar colaborar en una planta nuclear automatizada… en la Luna.
La verdadera preocupación de China no es la militarización del espacio, sino que Estados Unidos esté construyendo algo que, esta vez, podría funcionar. En un mundo donde la disuasión vuelve a ser esencial, el “Golden Dome” no es una amenaza. Es una protección para todo el territorio estadounidense.