El espejismo del “regalo a los ricos” y la realidad del Big Beautiful Bill

El apocalipsis fiscal para la clase trabajadora que pintan los demócratas simplemente no aparece en los números.

Cada vez que se habla de recortes de impuestos, la izquierda estadounidense saca su carta favorita: “beneficios para los millonarios” y “robo a los trabajadores”. Pero la nueva ley fiscal conocida como One Big Beautiful Bill pinta un escenario mucho más complejo que ese eslogan de protesta.

El líder demócrata en la Cámara, Hakeem Jeffries, dedicó casi nueve horas a denunciar la medida. Su par en el Senado, Chuck Schumer, la rebautizó como el “Acta de Pues, Todos Vamos a Morir”. Sin embargo, más allá de la retórica, el paquete incluye aumentos al crédito fiscal por hijo, deducciones para empleados con propinas y horas extra, un beneficio específico para adultos mayores y hasta deducciones por préstamos de autos fabricados en EE.UU.

El verdadero punto polémico está en la deducción de impuestos estatales y locales (SALT). El tope sube de 10,000 a 40,000 dólares, algo que beneficia directamente a contribuyentes de altos ingresos en estados demócratas con impuestos elevados. Lo irónico es que este cambio respaldado por Jeffries y Schumer ha sido históricamente rechazado por la mayoría de conservadores. En otras palabras, el único “recorte para los ricos” del proyecto proviene de una vieja demanda de los mismos que hoy lo critican.

El resto de la ley se concentra en contribuyentes de ingresos medios. Los trabajadores con propinas podrán deducir hasta 25,000 dólares, y quienes hacen horas extra tendrán un beneficio de hasta 12,500 dólares (25,000 si presentan en pareja). Los adultos mayores recibirán una nueva deducción de 6,000 dólares, mientras que los préstamos para autos nacionales gozarán de deducciones de intereses de hasta 10,000.

Además, se amplía el crédito fiscal por hijo de 2,000 a 2,200 dólares, ahora indexado a la inflación, lo que evita que el beneficio se desplome a 1,000 dólares como habría ocurrido sin la aprobación de esta ley.

El Big Beautiful Bill también elimina trabas para las empresas que construyan fábricas o plantas de refinación en territorio estadounidense, al permitir que deduzcan de inmediato esos costos en lugar de esperar décadas. Un guiño directo a la promesa de Trump de impulsar la producción nacional.

En resumen: el grueso de la reforma prolonga las reducciones ya vigentes desde la reforma tributaria de 2017 y añade alivios diseñados para meseros, enfermeras, peluqueros, trabajadores fabriles y jubilados. El apocalipsis fiscal para la clase trabajadora que pinta la oposición simplemente no aparece en los números.

Lo que sí queda en evidencia es una contradicción política: los mismos líderes que tachan la ley de “regalo a los ricos” son quienes más han peleado por ampliar la deducción SALT, un beneficio que favorece desproporcionadamente al 1% más alto. El discurso de justicia fiscal, al final, se estrella contra la aritmética.