Harris aún mantiene un lugar destacado en las encuestas de cara a 2028, sin embargo, es una baja respecto al 32 % que registraba en mayo.
Kamala Harris no buscará ser gobernadora de California. La exvicepresidenta anunció esta semana que no participará en la contienda por el puesto más alto de su estado natal, una decisión que marca un punto de inflexión en su trayectoria política y reabre el debate sobre su posible candidatura presidencial en 2028.
“Después de una profunda reflexión, he decidido no postularme para gobernadora en esta elección”, dijo Harris en un comunicado, donde también dejó entrever cierto desencanto con el aparato gubernamental. “Debemos reconocer que nuestra política, nuestro gobierno y nuestras instituciones han fallado con demasiada frecuencia al pueblo estadounidense. Este momento exige nuevas formas de pensar y actuar”.
La noticia sacude un panorama electoral que hasta ahora se mantenía en pausa, a la espera de su decisión. Con una sólida base de apoyo dentro del Partido Demócrata, reconocimiento nacional y acceso a una red de recaudación de fondos inigualable, Harris habría entrado como favorita a la contienda. Sin embargo, también habría enfrentado obstáculos: desde el escepticismo de donantes y activistas que aún no superan su derrota en 2024, hasta dudas sobre su deseo genuino de gobernar un estado tan complejo como California, del que ha estado alejada durante años.
Su renuncia a la contienda también ha generado alivio en ciertos sectores del partido. Algunos estrategas demócratas temen que Harris, lejos de fortalecer candidaturas en elecciones intermedias, pueda perjudicar a quienes compiten en distritos más conservadores. “Fue un lastre en 2024. Los candidatos que se distanciaron de ella salieron mejor parados”. En Long Island, por ejemplo, la congresista Laura Gillen ya ha dejado claro que no quiere a Harris como figura de campaña para su reelección.
Incluso figuras históricamente cercanas a Harris han manifestado dudas. El exalcalde de San Francisco Willie Brown, con quien la vicepresidenta tuvo una relación en su juventud, señaló en un pódcast reciente que Harris “no está hecha para ser ejecutiva”. Otros potenciales contendientes como Antonio Villaraigosa, Xavier Becerra y Katie Porter ya habían advertido que no cederían espacio, incluso si Harris entraba en la contienda.
A pesar de estas tensiones, Harris mantiene un lugar destacado en las encuestas de cara a 2028. Un sondeo de Echelon Insights en julio la ubicó con el 26 % de apoyo entre votantes demócratas, liderando con 15 puntos de ventaja sobre Pete Buttigieg. No obstante, es una baja respecto al 32 % que registraba en mayo, reflejo del desgaste acumulado.
Desde su derrota frente a Donald Trump, donde perdió por estrecho margen tanto el voto popular como en los siete estados clave, Harris ha optado por el bajo perfil. Ha limitado sus apariciones públicas y, según personas cercanas, ha estado evaluando caminos para mantenerse activa sin recurrir necesariamente a un cargo electo. Su nueva etapa podría incluir una gira nacional, una iniciativa sin fines de lucro o un libro, pero su mensaje es claro: quiere reconectar con la ciudadanía desde otro lugar. “Quiero hablar con la gente sin que sea una transacción en busca de su voto”, dijo en The Late Show con Stephen Colbert.
Harris también fue tajante al describir el estado del país: “Creo que el sistema está roto”, declaró ante una audiencia sorprendida. Aun así, insistió en que no se está alejando de la vida pública, sino replanteando su forma de influir. “Este es un momento en el que muchos se sienten desanimados, temerosos, derrotados. Quienes tenemos la capacidad, debemos salir a recordarles que aún tienen poder”.
Aunque el escepticismo en su partido persiste, figuras como el gobernador de Illinois, JB Pritzker, y el de Minnesota, Tim Walz, siguen apostando por ella. “Sería una gran presidenta”, afirmó Walz. “Si decide postularse, ya sabe dónde está mi corazón”.
Por ahora, Kamala Harris se baja del tren electoral, pero no del escenario político. Su futuro inmediato está en construcción, y si decide regresar a la arena nacional, lo hará con una nueva narrativa, lejos del libreto tradicional y quizá —como esperan algunos de sus asesores— con más fuerza que nunca.







